El Kanka y Manu Clavijo en La Riviera
Acompañar a El Kanka es de esos placeres de la vida que requieren concentración, elegancia y mesura. Pero también destreza, flexibilidad y reflejos.
Hay algo de curiosa contradicción en esto de tocar con músicos tan completos y complejos: por un lado te quieres dejar llevar y disfrutar del momento, pero por otro sabes que tienes que estar pendiente y no bajar nunca la guardia porque enseguida va a venir un cambio, un arreglito o un silencio.
Y eso te mantiene vivo, latiendo al compás y esquivando sustos, como en un videojuego de esos en los que no ves ni por dónde te vienen.
Hice bien en tirarle los tejos aquella tarde-noche de 2012. Cada vez que Juan Gómez Canca me llama para que hagamos algo juntos siento que estoy frente a un reto apasionante, como buscar un tesoro escondido o hacer una tortilla de patatas.